El navegante empezó a sentir carencia y abandono; sus días se teñían de dudas; la espera le molestaba y ni siquiera había sido posible ver sus velas terminadas. No le gustaba que las cosas no dependieran totalmente de él y ese había sido uno de sus grandes problemas a lo largo de su vida.
Además, la invocación había quedado en el papel; no era posible hacer que su fortaleza le permitiera mostrarse al mundo y eso era doloroso. Para posicionarse en el mundo requería de acción y ese proceso requería de tiempo.
Se levantaba ante él un gran muro de silencio; el navegante necesitaba tocar con sus manos todas sus herramientas, tenerlas frente a él, y no era posible sin tomar en cuenta todos los factores que le habían sido explicados.

Ante el gran muro mental, la fuerza de sus pensamientos lo nubló y lo inquietó.
Recordó con dolor e impaciencia que el ciclo necesita alimentarse y en ese recorrido estaba él, adolorido, el alma presa de sus sentimientos de tenerlo todo en el momento que lo necesitaba…
Sentir que no todo dependía de él lo hizo mirar al cielo y comprender lo frágiles que somos ante su inmensidad.
Nota de la autora: No conoceremos al segundo al mando; aun cuando el navegante ya lo ha invocado, no es posible; esto es un texto aparte que en el blog no se verá.
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