Paso número uno.— Activar la memoria simbólica de los objetos elegidos para estudiarse.
Localizar el objeto, constatar la evidencia del pasado. El objeto puede ser físico, textual, gestual o incluso astral. Lo importante es que porta una resonancia, una huella que lo vincula con un ciclo anterior.
Musical, visual… Sí, definitivamente, todo lo que forma parte de nuestro entorno sensorial es significativo.
Hay ejemplos muy sencillos que suceden cuando vemos una serie o película; habrá escenas que nunca olvidaremos, cuando se encienda ese grupo de neuronas que nos ayuda a ponerlas al frente y que traeremos a la memoria al hacer comentarios con los amigos o grupos.
Igualmente, en los momentos que experimentamos negativamente con algunas personas, ya que es difícil verlas o percibirlas distinto, incluso en contextos ajenos, al recordar que no recibimos de ellas un trato agradable. Esta percepción puede ser un obstáculo para la empatía, puesto que nuestras experiencias pasadas tienden a nublar nuestro juicio actual. Cuando interactuamos con ellas, los recuerdos de sus acciones negativas frecuentemente resuenan en nuestras mentes, impidiendo la posibilidad de una nueva interpretación de su conducta. A veces, incluso en situaciones completamente diferentes, podemos sentir un malestar que nos lleva a evitar su compañía o a juzgarlas de manera injusta.
Sin embargo, es importante recordar que todos estamos en un proceso constante de cambio y aprendizaje, lo que podría abrir la puerta a nuevas oportunidades para mejorar nuestras relaciones. Aun cuando interiormente sintamos que hay personas que no están dispuestas a cambiar, o no pueden, no saben que esto puede ser relevante o simplemente no le dan importancia. Pero es bueno señalar que no todas las personalidades son capaces de encontrar filtros que borren los hechos pasados.
Para todo arqueólogo sensorial, el pasado establece conexiones con lo que sucede en el presente; es por tal razón que cuando un pueblo entra en guerra con otro, hay heridas muy hondas que son difíciles de romper.

Detrás, se despliega un paisaje de batalla entre dos pueblos, envuelto en humo y polvo, como si el pasado aún respirara en el presente. Las heridas del tiempo se sienten en la tierra misma; un acto arqueológico sensorial: una excavación simbólica que revela capas de memoria, herida y conexión.
Preguntas clave para el lector:
🔹 Objeto 1: — Memoria latente: ¿Qué gesto lo activó por primera vez? ¿Qué guerra silenciosa guarda?
🔹 Objeto 2: — Herida simbólica: ¿Qué fractura ancestral se refleja en su forma, textura o color?
🔹 Objeto 3: — Presencia actual: ¿Cómo se manifiesta hoy su resonancia? ¿Qué vínculo establece con el conflicto que aún respira?
Si la cara de arqueóloga sensorial, después de un intenso sol motivacional, refleja la mezcla de agotamiento y entusiasmo que experimenta al excavar en busca de tesoros ocultos. Ese brillo en los ojos, que parece captar cada rayo de luz, se convierte en un símbolo de dedicación. Cada arruga en su frente cuenta historias de descubrimientos pasados y de un sinfín de preguntas aún por responder. Rodeada de tierra y fragmentos históricos, su expresión denota no solo la dureza del trabajo bajo el sol, sino también la satisfacción que proviene de hacer avanzar el conocimiento humano, aun cuando el calor aplaste y el sudor caiga.
Gracias, Plumbago, me has descrito muy atinadamente.
Preguntas para el lector arqueólogo sensorial:
— ¿Qué objeto guarda una guerra que no viviste, pero que aún te duele?
— ¿Qué fragmento cotidiano vibra con una herida ancestral?
— ¿Qué forma, color o textura te habla de una ruptura que sigue abierta?
— ¿Qué objeto te pide ser escuchado, no interpretado?
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