La aprendiz solo se limitó a decir que sentía temor, pero estaba segura de que el Centauro no le haría daño; si se basaba en los arquetipos, él estaba relacionado íntimamente con Quirón y eso lo hacía un ser confiable y un custodio.
El Centauro se limitó a decir:
Ahora prepárate que en el horizonte de eventos emergerán muchas situaciones, algunas que ya habías olvidado, otras que no te gusta recordar y algunas que no merecen solución porque su tiempo se ha ido…
La aprendiz meditó en la parte científica, recordó las disertaciones de algunos conocedores.
Algunos científicos, como Kohta Murase y Francis Halzen, han propuesto que los corazones de los agujeros negros podrían ser “molinos de neutrinos”, generando estos fantasmas cósmicos a partir de la descomposición de núcleos como el helio, sin necesidad de producir rayos gamma intensos.
En consecuencia, se dio cuenta de que algunos desafiaban los modelos tradicionales y lo que ella estaba a punto de hacer simplemente era elegir la ruta más mística en el proceso…
El Centauro, adivinando su pensamiento, respondió:
La alquimia cósmica puede estar creada de todo lo que somos y al mismo tiempo de nada… Es decir, de todo aquello que no fuimos y no seremos. Pero la nada no existe. Este corazón invisible es un recinto. Muchos sabios le han puesto ese nombre y se conoce como un agujero negro y tal vez emite neutrinos. Lo que sí sé con certeza es que le susurra al universo todo lo que él proyecta. “Incluso lo que desconocemos, eso que nos ha sido velado”.

La aprendiz sintió el calor de la montura, entendió que no era un hombre en un caballo, sino un mítico ser lo que montaba, un arquetipo y al mismo tiempo un símbolo. Y ante esa idea en su mente, el centauro respondió:
Así es, querida aprendiz, veamos que el agujero negro no puede ser concebido como un simple monstruo cósmico; lo podemos entender como parte de una profunda transformación, ya que en realidad es un espejo oscuro de lo que pensamos, sentimos y proyectamos.
La aprendiz reconoció el espacio donde se encontraba, ante ese espejo de obsidiana, un material pétreo y poderoso. Algo que no se domina, se convierte en instrumento para descubrir enigmas.
Entonces el Centauro recalcó:
“Lo que tú llamas agujero negro no es una bestia devoradora,” murmuró el centauro—. “Es un sitio sin mapas, pero lleno de lenguaje. Es lo que el humano reconoce como su propio pensamiento antes de ser pronunciado. Un recinto salvaje donde el universo piensa por sí mismo.”
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