¿Cuántos personajes imaginamos en el trayecto de un trabajo literario? Los que son necesarios para darle sentido y contexto al tema, han de recordar que uno de los personajes principales no tiene nombre, él parece ser importante, incluso más que todos los que le rodean; al final de cuentas, conforme se desarrolla la historia, nos enteramos de que alguien más lideraba sin hacerse notar.
Sucede con los padres y los abuelos, ellos nos dan consejos, nos dicen cómo comportarnos, al final somos nosotros los que repetimos sus ejemplos, terminan siendo nuestros y parte de nuestra personalidad.
Ahora bien, independientemente de las culturas del mundo donde nos haya tocado vivir en el pasado y presente, algo es importante de hacer notar:
La figura de un hombre siempre se consideró necesaria para darle los atributos de poder, de proveedor y de liderazgo. Además, lo que resultaba significativo era la necesidad de dotarlo de un rango o nombramiento para que tuviera el respeto de todos aquellos que lo rodeaban; el maestro se gana el crédito de todo aquello que le fue enseñado.
No hay una historia lineal, porque cuando buscas un ejemplo a seguir, debes ver los destellos que evoca. No fue fácil, no había un ejemplo a seguir, tal vez una antítesis y un grupo de personas que rodeaban la realidad que no lograban iluminar el camino como lo hacen las luciérnagas.

Finalmente, llegaron las luciérnagas, por decirlo metafóricamente, y después de varios capítulos, lo importante a destacar se hizo más evidente. Al igual que sucede con los niños en la escuela, les interesa más jugar que convertirse en profesionales. No saben en qué se especializarán, y cuando las vemos desempeñando tareas de alto prestigio académico, tecnológico o quizás científico, ya no son lo que eran. Ya no les temen a muchas cosas y han aprendido a trabajar por el futuro que desean preservar.
Es un trayecto que debemos seguir todos y no todos lo hacemos de igual forma y con las herramientas y posibilidades que deseamos. Entonces, volviendo al personaje, este hombre que forma parte de un clan, tiene como herramienta principal el pragmatismo y, del grupo de mujeres que lo rodean, una visión mágica relacionada con su cultura, entorno y momento histórico.
De ser un huérfano, sobreviviente de una catástrofe, su vida se verá iluminada por un solo hecho: ser rescatado.
Para nadie es de extrañar la forma en que he insistido en mis libros en contra de la guerra, considerándola como uno de los más inhumanos acuerdos entre países para sostener su soberanía. Sin embargo, con el paso del tiempo me he percatado de la gran dificultad que implica un cambio de visión… Es una cultura aprendida y sostenida incluso en los tratados internacionales y tendríamos que ser de otra manera para entender que necesitamos un cambio radical.
Pero regresaré al punto que me ha traído a esta reflexión: En términos filosóficos, todos somos huérfanos, hasta que el mundo que amamos, nos acoge y con él, podemos construir una nueva realidad, para ser maestros en todo aquello que tocamos y parte del clan que elegimos y en donde nos involucramos activamente.
Por tanto, ese lugar y esa energía la pueden encontrar en muchas personas que nos rodean, incluso nosotros mismos nos identificamos con un ser que con el paso del tiempo evoluciona y crece en conocimiento y sabiduría.
Al maestro, la hechicera Sol le da ese nombre. Jamás sabremos cómo se llamaba en realidad, su nombre se pierde entre las cenizas de un lugar destrozado por depredadores. Ella le da por nombre la habilidad que desea muestre al mundo y con el paso del tiempo lo consigue.
Para cada Asgardiano, el nuevo paradigma propuesto por nuestro jefe de la nación es un camino iluminado por luciérnagas, una guía para no perdernos y llegar a las personas indicadas.
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