El momento de la videollamada (17)

El momento había llegado, se daba la oportunidad de enfrentar al escritor fantasma, cara a cara, y esto le resultaba alentador y al mismo tiempo emocionante. Se percató de que la vida siempre nos daba motivos para alentarnos con nuevos emprendimientos y desafíos que nos llenan de energía renovadora.

Había una lista de respuestas y considero que sería algo incómodo leerlas como si estuviera en la ventanilla de procedimientos judiciales… Así que la repasó para memorizar las más relevantes y emprendió la aventura virtual de conversar con alguien cuyas aptitudes debía reconocer y, al moderar su entusiasmo, admitía no poner demasiadas expectativas en alguien que desconocía. 

El hombre abrió la videollamada y en la foto de perfil no aparecía su persona. Eran las iniciales de su nombre, Edely Arrioga, o sea, E y A aparecían en su perfil de la videollamada.

Un hombre de pelo oscuro, lacio y rebelde, de ese pelo grueso que no es dócil y al que no le daba demasiada importancia, ojos cafés que fijaba con atención a cada palabra que escuchaba en cada detalle que Gryer le señalaba; ante todo se presentó agradeciendo ser elegido del grupo de personas que posiblemente le habían enviado para considerar sus opciones.

La escritora le señaló que quería que la relación se llevara por el camino de la formalidad y que no estaba interesada en conocer asuntos de su vida personal; admitió que al escribir cada persona deja entrever algo de su manera de ser, y posteriormente le sugirió su idea de ponerle un seudónimo y escribir a cuatro manos, obviamente si hubiera una presentación del libro no estaría presente y eso tal vez crearía expectativas, para lo cual solicitó su opinión.

El hombre con voz serena señaló que si las personas empezaban a querer conocer al otro escritor, él se vería en la disyuntiva de aparecer o no, y si el había elegido ser escritor fantasma, ella no tenía que tratar de condescender, su actividad estaba definida y sería pagada y para él eso bastaba.

Por otra parte, comprendió perfectamente que ella decidiera no entablar conversaciones que estuvieran fuera del tema del trabajo que realizarían, eso agota y distrae y puede ser intrusivo para muchos autores. Confesó que había roto la relación laboral con personas que querían saber si podía haber algo más íntimo en su relación laboral.

Entonces Gryer sonrió convencida de contar con la persona indicada, y le preguntó cuándo podían empezar y compartir el primer archivo para el trabajo conjunto.

Bien, entonces esperemos —contestó Gryer— que todo lo que hace falta en el aspecto legal se completa para avanzar. Respecto a su pregunta, le puedo decir que la vida es un camino y ese camino es el que ha decidido el escritor.

Edely admitió que le agradaba la idea de colaborar de una forma dinámica y proactiva con su labor y quedaría pendiente del correo que la organización editorial les hiciera llegar, tomándolo como una luz verde.


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