Dichosos los mitos y leyendas que podemos construir siendo humanos, con inteligencia, creatividad e imaginación, donde, de tal suerte, podemos vagar con la iluminada destreza de ser parte de una constelación y, al mismo tiempo, las luminarias que encienden su diseño cósmico.

Hay llaves en todas las culturas, visibles o majestuosas. Tal vez la que más nos revela el carácter que hemos forjado es aquella que construimos con nuestros propios talentos, esa que nos abre posibilidades, que nos permite interactuar con otros y que son observadas por sus similares como una herramienta de seriedad y profesionalismo.
Otras que se destacan por ser el carácter que nos ha brindado la naturaleza, se abren paso con una sonrisa y una amabilidad especial.
En algunos es la belleza y el porte que les permite moverse con seguridad por el mundo; pero se pueden convertir en una suerte de maldición al despertar envidia.
Entre la diplomacia, se destaca la llave de la ciudad que se le otorga a distinguidos personajes. Hoy en día, la entrega de la llave de la ciudad se ha convertido en un gesto simbólico profundamente valioso, se confiere en ceremonias oficiales, como una forma para reconocer y agradecer a aquellos valientes individuos cuyos logros, servicios y contribuciones han dejado una huella positiva en nuestra comunidad.
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