El navegante sabía perfectamente que tenía que hacer pruebas de vuelo y navegación para cruzar tanto el cosmos como el mar abierto; este asunto simplemente lo concebía como necesario e imperativo, así que el día señalado para adentrarse en el trabajo práctico, llamó a la manufacturera…
—Estimada señora, por favor, infórmeme cuándo puedo ir por mis velas. Necesito hacer pruebas de navegación previas…
—Mmmh, venga a la oficina, tenemos que poner en claro varios puntos vitales para que entienda a quién le ha encomendado el trabajo y comprenda que no necesita probar mi trabajo de forma previa, no depende de usted y tampoco de mí… No diré más; le espero a media tarde sin dilación para que todo quede perfectamente comprendido.
—¿Me puede definir el horario de la media tarde?
—Señor, usted es un navegante; conoce de todo esto mejor que yo. La media tarde será de 15:00 a 16:30. Le sugiero que, si necesita algo fijo, venga a las 15:45.
Al llegar al lugar donde se habían manufacturado sus velas de navegación, fue dirigido a un salón que no tenía nada de taller; era más bien un sitio acogedor donde disfrutó de la observación de astrolabios y globos terráqueos.
Con una sonrisa y una taza de café aromático, la mujer le invitó a sentarse y entonces advirtió:

De tal suerte que el hombre comprendió que nuevamente había sido sorprendido por la mujer que tenía enfrente con esa mirada tan parecida al mar que todo navegante necesita surcar…
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