Con ayuda del cartógrafo en la guía de vuelo, el navegante considera las variables en su trayectoria… Mucho de lo que estaba en tensión se relaciona directamente con los mundos espejo.
“El Navegante del Meridiano sostiene su brújula-flor frente a la luna de Tauro, reconociendo en el objeto cotidiano una coordenada emocional. El mapa se convierte en vínculo, la luna en testigo y el gesto en ritual de navegación y trazo.”
Su viaje no era en solitario, era un llamado a la acción de todos los demás meridianos del planeta; un esfuerzo colectivo se propone unir fuerzas en una misión mayor.
Cada meridiano será convocado a contribuir con su luz y potencial, pero el suyo brillaría con intensidad en relación a los otros; al menos ese era el plan de vuelo que había delineado con tanto esmero.
Es una travesía que no solo representaba un recorrido físico, sino también un viaje meditado con método y tecnología especializada, donde la divulgación de una meta se centraba en un punto vital, la preservación de la humanidad.
Cada paso y cada decisión se entrelaza con los anhelos compartidos de un futuro más brillante y esperanzador para la humanidad. Este sentido de propósito no solo alimentaba su determinación, sino que también teje una red de confianza entre aquellos que, aunque distantes, están unidos en un mismo objetivo.
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