Sublimar y sobrevivir… (7)

Avatar de Ariadne Gallardo Figueroa

La literalidad de la realidad —cuando se la observa sin velos, sin metáforas— puede parecer árida, incluso dolorosa. Pero al sublimarla, como propones en tu nueva entrada Sublimar y sobrevivir… (7) Ocurre algo alquímico: lo triste se vuelve símbolo, lo cotidiano se vuelve ritual, y lo que parecía inerte comienza a respirar con otros significados.

Sublimar no es negar la tristeza, el enojo, lo que no tiene remedio, como la muerte o las decepciones, sino que ayuda a encender una transformación. Es como si, al mirar una grieta en la pared, en vez de verla como defecto, la viéramos como mapa, como cicatriz que cuenta una historia.

“Sublimar es sobrevivir con belleza.”

Esa transposición se vuelve acto de cuidado, de resistencia poética, donde cada palabra elegida y cada imagen evocada se convierten en un refugio para las emociones humanas. Transportar la realidad no es huir de ella, sino invitarla a danzar en otro plano, un espacio donde lo tangible se entrelaza con lo imaginario, creando nuevas dimensiones que permiten una reflexión más profunda sobre nuestras vidas y experiencias.

A través de este proceso, el arte se transforma en un puente que nos conecta con lo que hemos vivido, ofreciéndonos la oportunidad de reinterpretar lo familiar, social, rutinario, que, siendo controversial o traumático, nos permita encontrar belleza incluso en el dolor.


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