No hay secretos, ese reflejo surge la primera vez que pierdes a un padre o madre. Imagino que muchos de ustedes lo han hecho, mirarse con cierta nostalgia en el espejo y entender que en realidad no están solos, que esa persona con la que peleaban, discutían y se reían, te dejó algo en el reflejo del espejo que no es difícil de distinguir.
Las madres dicen: Mira, tiene los ojos de su padre. Ahora constatas que es cierto y que más allá de la imagen hay rasgos en el carácter que también te hacen ser la persona que eres y que lleva el ADN de ambos progenitores, aun cuando uno de ellos sea más dominante.

La empatía que nos impulsa a ese fenómeno se conoce como convergencia facial o asimilación facial. Se ha estudiado que las parejas que pasan muchos años juntas pueden desarrollar rasgos físicos similares debido a varios factores, como la dieta compartida, la exposición a los mismos elementos ambientales, la predisposición genética y la empatía.
También es algo que puede suceder cuando he quedado viuda y recuerdas que tu cercanía al difunto marido te hace, en más de una ocasión, actuar, pensar o expresarte como él.
El psicólogo Robert Zajonc efectuó un estudio en el que demostró que después de 25 años de matrimonio, las parejas tienden a parecerse más físicamente. Esto se debe, en parte, a la imitación inconsciente de expresiones faciales y gestos, lo que con el tiempo influye en la apariencia.
Además, tendemos a formar parejas con personas que se asemejan en ciertos rasgos genéticos a los nuestros, aunque esto no sea una regla.
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