Por supuesto que podemos, nadie nos ha dicho que haya sido de un modo y no de otro, más allá de lo acontecido, en muchísimas ocasiones, basado en la tradición oral. Veamos una de esas historias que son grandiosas …
Ariadna se quedó esperando a Teseo en Naxos, y él estaba demasiado entregado a demostrar su poderío ante su padre… Con afán de formar parte de algo importante, de algún modo ella es vista por Dionisio y, bueno, ahí pasan cosas que no esperaban, ya que no es Teseo, sino Dionisio el que se presenta como el prometedor amante.
Ella conoce la rueca y no dejará de ser una grandiosa tejedora, incluso en las estrellas donde le ha regalado algo muy especial por parte de su esposo.
La leyenda cuenta que Dionisio, el dios griego del vino y la festividad, se enamoró profundamente de Ariadna, hija del rey Minos de Creta.

Después de que Ariadna ayudara a Teseo a derrotar al Minotauro y fuera abandonada en la isla de Naxos, Dionisio la encontró y la tomó como su esposa. Como símbolo de su amor eterno, Dionisio le regaló una corona mágica, conocida como la Corona Borealis.

Esta corona fue colocada en el cielo por Dionisio, convirtiéndose en una constelación que brilla en la bóveda celeste
¿Qué podríamos decir de esto? Que no siempre es con quien se supone que tendrás total compromiso, y en quien colocas todo tu esfuerzo, con quien las cosas van a suceder o van a generar un proceso adecuado en la vida de las personas.
Nos podremos desvivir por alguien, pero no recibir la misma atención de esa persona; a menudo, estamos tan enfocados en dar lo mejor de nosotros mismos que pasamos por alto las señales de que ese esfuerzo no es recíproco. Y, sin embargo, puede haber alguien más en nuestras vidas, a quien no llegamos a comprender del todo, pero que, de manera silenciosa, se esfuerza día a día, no solo para que lo tomemos en cuenta, sino porque genuinamente desea vernos sonreír y lograr que nuestra vida sea grata y feliz.
Esta situación nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de las relaciones humanas, donde a veces el valor de las conexiones más profundas se encuentra en los donde menos lo esperamos y donde la dedicación y el compromiso se manifiestan en acciones y gestos que, aunque pequeños, pueden transformar nuestra existencia de maneras sorprendentes.
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