La carta llegó a su bandeja de entrada del correo señalado. Esto era divertido aquella mañana, se había despertado considerablemente temprano con relación a las semanas anteriores en que su cuerpo pesaba mucho, mucho más que su voluntad.
Sorprendida, empezó a leer las primeras líneas:
<Agradecemos que deposite su confianza en nosotros, es alentador comunicarle por este medio que sus datos han sido verificados adecuadamente; el siguiente paso agilizara el proceso, necesitamos que conteste un cuestionario que nos dará información relevante de su condición mental y de sus posibles adicciones. Una vez recibida la información, será remitida con un psiquiatra o psicólogo capacitado para hacer las preguntas pertinentes.>
Ahí estaba el enlace… La mujer se llevó las manos a los labios sin saber si esto estaba dentro de la legalidad, o estaba siendo objeto de un desgraciado con lentes oscuros en la internet oscura y optó por tomarse unas horas y tratar de encontrar información que le corroborara que lo que estaba haciendo estaba dentro de los contenidos seguros.
Observó el logotipo de la página que se encontraba en la carta que le fue enviada y la tecleo en tres buscadores, no sabía qué más podía hacer, pero consideró que eso era adecuado; entonces, al fin, aparecieron comentarios referidos a la página.
“Descubrir un espacio con tal profesionalismo para hacerme entender el porqué de mi nula creatividad, fue algo milagroso”
“Dude del costo del servicio, lo puedo calificar de perfeccionista y al final descubrí que estaba ligado a una ONG humanitaria, eso me da confiabilidad, aún medito sobre el asunto de los temas que ellos han de rechazar tomando en cuenta lo que estoy señalando, pero estoy de acuerdo”
“Descubrí mi lado más oscuro y logré entrar a un portal iluminado, nada de cosas raras, no te limitan, pero quieren saber qué clase de idiota está publicando solo porque es vendible, si causa risa, pero el mundo del marketing lo es.”

La mujer se llevó las manos a la cabeza, se levantó, preparó café y recordó todos los clichés absurdos con los cuales ella había comenzado su carrera de escritora, incluso ese detalle que ahora le resultaba tan desagradable; estar con un pitillo y los ojos entornados por el humo del tabaco al momento de teclear en la vieja Remington, incluso su ambición por conseguir una Corona como la que llegó a usar Ernest Hemingway, de la cual desistió al enterarse del final del reconocido escritor…
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