La dama de los unicornios. «Todos ellos la esperan en el bucólico paisaje» (5)

El hombre observó cómo se unían a ellos muchos más corceles y ella ni siquiera tenía que llamarlos, entonces preguntó:

—¿Cómo logra que todos ellos le obedezcan?

Estimado señor, ellos no son obedientes, se unen a mi esencia como yo lo estoy a ellos. En este paraje no hay subalternos como en su mundo; hay apegos que se han tejido con el paso de los años.

Podría seguir hablando de lo que me alejó del mundo y sus estrategias de poder, pero creo que usted podría tomarlo a pecho y no es mi intención.

Entonces el hombre permaneció callado un buen tramo del camino e imagino que a lo lejos vería un suntuoso castillo y sería invitado a un salón sorprendente donde le servirían seres mágicos una cena frugal, pero no entendía que era para ella eso de ser económico, ahorrativo o cuidadoso en el uso de recursos. Tal vez se refería a un alimento bajo en calorías o un platillo vegetariano… ¡Ah! La curiosidad le hacía cosquillas en la nuca.

Su más grande sorpresa fue cuando descubrió una pequeña choza formada por troncos, donde inmediatamente los unicornios rodearon el sencillo y diminuto recinto.

La mujer apuntó:

—Bienvenido a mi humilde morada, estimado caballero… ¿A qué viene ese rostro de sorpresa?

El hombre se quedó de una pieza y solo exclamó:

—Yo supuse que su hogar sería un suntuoso palacio.

La mujer sonrió mientras reunía ramas para encender una fogata y explicó:

—Para la magia es el entorno quien decide, no el ser mágico el que elige cómo desearía vivir y le he de advertir que un palacio como los que se acostumbran en las leyendas de hadas en los tiempos modernos debe ser un fastidio lleno de lugares que necesitan mantenimiento.

Entonces el hombre alzó sus brazos y algo contrariado señaló:

—Tengo tantas preguntas, aún no entiendo por qué me he enamorado de un ser hecho de magia, yo tan terrenal y deseoso de un ser de carne y hueso, necesitado de amor físico y de caricias adorables.

La mujer, atizando el fuego de la fogata, dijo con calma y atendiendo a su quehacer.

—Primero, pregúntate qué te ha hecho mirar a un ser distante como una posibilidad en tu vida, ya que la mayoría de la gente se enamora de una persona que tiene enfrente y con la que puede dialogar y tocar.

La explicación está en la ciencia del cerebro y yo no sé mucho de eso, pero te puedo decir que sin ese valor, no podría comunicarme con mis corceles y tú no estarías aquí. 

El hombre notó que ella tomaba la iniciativa de tutearle y eso le dio algo de paz.


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