De acuerdo con la directora Armida Zepeda que coordina el evento San Miguel Allende Writers, en el espacio de lengua mexicana, la conferencia de Jorge F. Hernández, fue de las más celebradas y eso puedo constatarlo, incluso ahora que leo su libro, me resulta entretenido y ocurrente, atrapa con su manera de decir las cosas.
«… El bosque que es memoria filtró la confusión de ciertas amnesias, aunque todos sabíamos que fuimos niños de la víbora del mar, ring around the rosy children y la maldad era espejismo lejano que nos obligaba a nunca detenernos, nunca limitarnos, nunca envejecer.»
El narrador viaja a la infancia que vivió en Mantua, un bosque cercano a Washington D. C. Crónica de recuerdos que alimentó la lenta recuperación de la memoria de su madre; May empieza a recordar palabras que son nombres, el orden de las cosas, el desorden al azar… los árboles de un bosque. La infancia del narrador es el andar para recuperar el pasado de su madre, y la novela entreteje esos fragmentos como quien va hilando sílabas sobre la nieve de páginas en blanco.
Jorge F. Hernández, recrea los primeros tres lustros de su biografía bilingüe, en medio de un bosque que ha permanecido intacto en una memoria compartida y, en donde el lector queda en suspenso, ante el terrible enigma del Mal, de la peor cara de la utopía norteamericana, que se alivia con los afectos que duran para siempre… y que no merecen quedar en el olvido.
Sí, lees su obra y te das cuenta de la trayectoria de su familia, te darás cuenta de que el mundo del arte y la política a veces son como el agua y el aceite… No puedo negar que, siendo la protagonista de este libro, su madre, me ha hecho reír en varios de los pasajes. La imagino en un mundo que reconstruye como un collage, con destellos de ingenio y de claridad entre los claroscuros de su propia situación y enfermedad.

El humor mexicano es algo especial y consideró que una broma u otra no siempre son compendias si viajas a sitios donde se entiende el español pero no los localismos… Sin embargo, su paso por diferentes geografías desde la infancia le ha dado una libertad para moverse entre el mundo donde a veces hay que vestir formal y ese otro, donde se puede habitar lo cotidiano de una casa donde hablar español, relajaba toda formalidad.
Algo relajado y con muchas nociones del mundo donde habitamos, ese que se ha edificado de palabras y escritores referidos, nos expresa y nos define y, solamente para aquel que habito diferentes espacios en su infancia, es posible entenderse con los momentos y paisajes de forma única y diferente a la que otras familias podrían experimentar…

Nos deja una enseñanza en cada capítulo, un momento en cada palabra y muchas reflexiones sobre el mundo que habitábamos décadas atrás y que ahora se ha vuelto tan diferente.
De forma especial hilvana los recuerdos con los dolorosos pasajes que trata de difuminar con su característico ingenio al expresar lo que es y lo que fue.

Para una escritora Asgardiana, que me hayan dicho que mis letras vuelan, me agrada, por su puesto que deseo que lleguen lejos en vuelo de pájaro, de pegasos, de naves espaciales…
Sí, eso me ha resultado gratificante. Gracias, Jorge Hernández, que la vida te dé muchas alegrías y que todas las penas vividas las puedas resucitar con una sonrisa al tejer ideas vibrantes y luminosas con todas ellas.
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