
Una copiosa lluvia cayó con fuerza, el lodo anegaba el paraje donde ella flotaba, fue como una caricia del cielo para la mujer quien sonriente y sin buscar refugio continúo su trayecto entre la tormenta de rayos y truenos que la alertaba de grandes cambios.
Recordó con tristeza que fue precisamente un rayo quien le quitó aquella rama al abeto, pero también se alegró de que fuera así, ya que de otra forma ella, hubiera pasado de largo, tal como le dijo su amigo el pequeño tronco.
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