Llegará el día que todas las flores y todos los campos cambiarán de lugar, cambiaran de espacio, exclamó el anciano, pero nosotros habremos dejado para siempre este mundo.

Los Pegasus agacharon sus cabezas reflexivos reconociendo que aun siendo seres mágicos su tiempo en el planeta tenía un límite.
El anciano agitó su mano y se sintió impulsado a cambiar de actitud y levantar el ánimo de todos los seres alados que lo acompañaban en esa travesía:
Nos espera mi amiga, la más pequeña de los seres que hasta ahora les he presentado, vamos, que ella solo se quedará unos momentos en el sitio que hemos acordado.
Subió en ancas de uno de los corceles, entonces todos ellos avanzaron hasta una zona muy despejada, cubierta de bellas flores de colores y el anciano gritó:
Deténganse, hemos llegado manténgase quietos, ¡no agiten sus alas!
Saludo con ternura a una pequeña abeja y la presentó a sus acompañantes de esta forma:
Señora, ellos construyen el futuro con las ideas que pueden esparcir por el planeta, sé perfectamente que esa es su cualidad y deseo que les explique su experiencia.
La abeja señaló:
«Nada es más tentador que reconocernos parte de la creación y definir el camino que queremos proteger, sin embargo, llegarán los vendavales, las lluvias torrenciales y todo lo que se impone por la fuerza para aniquilarnos y dejarnos sin posibilidades de lograr el objetivo, entonces solo aquellos que no se dejan, los que combaten con ferocidad y no pierden el aliento, podrán lograrlo.»
El líder Pegaso intervino:
Señora, ¿y qué prevalece cuando todo se destruye? ¿Realmente hay algo que pueda sobrevivir a la destrucción total?
«Nada se destruye del todo cuando puede transformarse, jamás intentes volver a crear lo que dejó de ser, encuentra su esencia en otra piel, en otra creación y sigue de largo, no te aferres a los atuendos, los privilegios y mucho menos a los que no volverán, todo eso ha dejado una enseñanza y el trabajo de ustedes está en saber cómo difundirlo»
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