En la espesa vegetación de aquella zona les fue anunciada la presencia de una enorme boa, cada uno de los Pegasus sintieron pavor ante la enorme presencia de ese animal selvático a quién el anciano de mar y tierra le dió el trato de «Dama del follaje».

Al escucharla hablar todos ellos se dieron cuenta que era encantadora, suave e hipnotizaba el ambiente… Cada frase empezó a envolverlos con cierta dulzura, algo atrayente y sugestivo.
Por tanto, el anciano que conocía muy bien a la dama del follaje, advirtió:
Señora, son mis amigos y han llegado hasta aquí, invitados por mí con la intención de adquirir conocimientos sólidos en su encomienda. Hemos recordado el simbolo hemano del báculo del maestro Quirón…
Dicho esto, la actitud de la boa cambio inmediatamente, su voz tranquilizó el animo de los presentes y expresó:
«Así es, yo no podría ser compañera de una sanador, pero reconozco en mi hermano su fortaleza, representa la relación desinteresada entre el médico y el paciente, Asclepio adora su colaboración.
Yo soy el impulso y el instinto y se como hacer para que mi naturaleza me provea de alimento, ahora bien, en la percepción de la realidad me han insultado por ser lo que soy, en contexto soy la dama del follaje y eso es parte de mi entorno, cuando un humano usa el camuflaje para engañar, está utilizando de mala manera mi propia esencia, casi siempre el karma revierte lo que él consideró buena suerte en un momento de su vida, eso deben recordarlo.»
Cada uno de los Pegasus comprendieron que no era bueno juzgar por las apariencias a un ser vivo, conocerlo y entenderlo era una enorme enseñanza de vida.
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