
Los días transcurrieron en calma, disfrutaron de paseos entre el follaje y discutieron con el anciano de mar y tierra sobre las posibilidades de influir en la vida de los humanos.
El anciano era un hombre sabio que había recorrido los mares y diversos parajes del mundo que habitamos, siempre supo que la vida se disfruta cuando logramos la paz interior, no cuando estás mirando entre tus bolsillos que hacer para obtener algo que te ayude a sobrevivir.
Sin embargo, les dijo algo con una alegre sonrisa:
«A veces somos tontos ayudando a quien no lo merece, esperando que cambie, a veces somos más tontos dejando de lado a quién pudo ser un gran amigo y apoyo, esa ceguera es parte de la vida, así que dejemos un poco al azar lo que se pueda lograr, algunos escucharán y otros no lo harán aún con buena salud, buenos oídos y ojos.
Disfrutar lo conquistado es uno de los placeres más grandes, desde amores, hasta regiones donde te reciben con agrado, incluyendo a la familia que te quiere y te lo demuestra; todo eso es conquista que el tiempo crea.»
El líder de los Pegasus asintió y remarcó:
La vida de la carne y el alma tiene recompensas valiosas y cultivar todo lo que podremos cosechar para nosotros y los otros es muy satisfactorio.
Bien estimados caballeros, exclamó el anciano, en la selva hay muchos amigos que con agrado nos hablarán de sus experiencias de vida y con ello nos entregarán una enseñanza, vayamos…
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