Llegar a las costas fue algo que maravillo a los Pegasus, todos ellos se sorprendieron del cambio de clima, que en ese sitio era muy, pero muy cálido,
La brisa leve antecede a un chubasco que terminó convirtiéndose en un caudaloso vendaval veraniego, las gotas de lluvia acarician sus crines y alados cuerpos, su agilidad los ha llevado muy lejos, pero aún necesitan saber si en verdad han logrado el objetivo.
Entonces la voz del Centauro Hipólito vuelve a resonar en sus cabezas:
«¡Encuentren un risco en la cima de la montaña más alta y serán recompensados! El ardiente resplandor de la señal de fuego iluminará su camino, mostrándo el sendero hacia la grandeza que tanto anhelan. ¡No escatimen en esfuerzo ni en valor, y alcanzarán las alturas inimaginables en sus sueños más apasionados!»

Con grandes bríos, todos ellos cruzan a galope aquella playa de arenas muy blancas y al llegar a las faldas de la montaña más alta, emprenden el vuelo y en efecto, ahí está la flecha del maestro Quirón, indicando la ruta a seguir…
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