La nave de todas sus experiencias había dejado una carga extra en esas bodegas qué su mente había creado, llegaba el momento de alterar el curso del viaje.

Indeciso se sentó en cubierta, ese espacio que muchos conocen como el castillo de las ideas, para él era un barco, fuerte y casi siempre navegando en aguas bajo la tormenta de sus ideales y sueños fallidos.
Tomo el timón y lo hizo girar al rumbo elegido, ese donde el canto de las sirenas no es una distracción y se percató que en su propio navío estaban algunas de ellas atadas al mástil…
Con algodones en los oídos se dispuso a quitarles las amarras y soltarlas lejos de su nave, al mismo tiempo aquellos paquetes de sueños rotos, de heridas infringidas, de verdades que duelen y las que no se dijeron y observó su navío ligero y puesto al nuevo rumbo de vida y con energía exclamó:
¡Avancemos, viento en popa y a favor!
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