
A veces la vida se nos complica y sentimos que todo lo que hacemos no tienen caso, mirar al futuro e inventarnos alas, nos pone en delirio, la realidad apremia.
De verdad es difícil vivir, no todo mundo entiende lo que en realidad somos y ni siquiera se toma la molestia de entender. A veces es más difícil explicarse, adentrarse en un mundo que es nuevo.
Mirar y observar los sitios que no recorrimos para pensar que ya los conocemos; el centro de los sentimientos, se desencaja, no siempre comprendemos lo que no vemos, aquello que no tenemos, las cosas que anhelamos, aquello por lo que vamos en vilo y sin respiro del alma en busca de algo nuevo, un anhelo de estar en los mejores momentos del día. ¿Cómo es que lo soñamos?
Dicen que los sueños que no imaginamos no se pueden convertir en realidad, pero tal vez la experiencia nos limita para encontrar nuevos caminos. Quizás pedimos demasiado, no podemos pensar en sencillas situaciones, sobrevaloramos las expectativas, pero tal vez no todo es así, hay quienes sienten que no se merecen algo mejor, hay quienes se confían a la providencia y su destino puede ser incierto, pero ¿Qué es lo que nos lleva a desear que el destino se ajuste a nuestros deseos?
La vida nos torna tolerantes, en ocasiones, otras tantas las experiencias nos dan para no admitir cambios, ni aspirar alternativas; ¿Qué necesitamos más allá del horizonte, que empequeñece los deseos?
Sólo tú mismo puedes decirte lo que necesitas y lo que te conviene, hoy y tal vez no siempre, pues en la realidad de las cosas lo que dura en el trayecto de la existencia se convierte fundamental, mientras vivimos y lo podemos compartir, al final del camino no todo se queda en la memoria o los bolsillos, no todo, solo algo permanece en la mente de unos cuantos y ese detalle, ese momento solamente lo conoces tú.
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